Mientras Jean Paul Sartre cumplía 18 años de edad, otro de los gigantes pensadores de la historia publicaba "El yo y el ello", una obra psicológica excepcional que remodela el aparato psíquico del hombre y le brinda cimientos al mismo para entender su composición como ser. Así que en esta ocasión tendremos la tarea de percibir uno de los principios del pensamiento de Sigmund Freud. Iniciemos.
Primeramente, se deben dividir las tres entidades que estableció Freud para entender al ser humano, siendo estas "El ello", "el yo" y "el Superyó", cada una con su entramada función.
En primer lugar aparece el "Ello", el cual es situado como los instintos primitivos del hombre que Freud propone como impulsos: un impulso de vida (Eros) y otro de muerte (Thánatos), ayudándonos a liberar todas las cargas emocionales y naturales con las que carga cualquier ser humano. Por ejemplo, el Eros se puede apreciar en el amor, la pasión, la reproducción o el comer; mientras que el Thánatos es reflejado en el odio, el rencor o incluso la muerte. El punto fundamental de "el Ello" es reconocer que es un dualismo inherente y eterno del ser humano.
Más adelante, llega el "Yo", una entidad que circula alrededor de las personas por vivir en sociedad y que se intensifica en el momento en que ellas asumen normas para controlar o dirigir su vida según los parámetros de su entorno. Entonces, "el Yo" también siempre acompañará al ser humano, dado que éste es una especie dedicada a convivir colectivamente que busca hallar un orden en su conjunto, fin para el cual usa las reglas.
Ahora bien, si se detiene a pensar en la relación que pueden mantener "el Ello" y "el Yo" dentro del hombre, se reconocería que es una contrariedad por sí misma, pues los impulsos de "el Ello" no pueden ser expresados libremente si existen las normas de "el Yo" que los reprimen, e, igualmente, las normas de esta última entidad no pueden ser cumplidas a cabalidad si hay presencia de impulsos que violan algunos de esos preceptos.
Es por esto que Freud considera la permanencia de una tercer sustancia en la composición del hombre, estableciéndola como "el Superyó" (también denominada "Ego"), la cual se encarga de regular los instintos propios de las personas con los reglamentos existentes en el grupo social donde convive, focalizándose en potenciar al individuo como un agente social constructivo, aquel que se ocupa de fortalecer a su sociedad desde el momento en que diferencia lo bueno de lo malo; es "el Superyó" quien permite realizar esta diferenciación en la realidad del mundo exterior, lograda a partir de las experiencias que ha guardado cada persona en su interior.
Muchas veces la vida se convierte en un balanza sobre la que no hay manejo, y eso es en lo que se viene transformando la sociedad del siglo XXI para mí, dando paso a que sean los impulsos quienes direccionen la vida de los humanos o sean estos quienes se ciñan al extremo con las normas que se le estipulan, lo que obstruye la coexistencia de los 3 entes que nos propuso Sigmund Freud. Algo que nació como una fuente de explicación, hoy puede ser una propuesta para poder vivir. Así, diría que la idea de hoy es lograr conciliar dos 'enemigos' por naturaleza a través de la experiencia del ego.

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