Siendo un proceso intelectual más que relevante para gestar uno de los acontecimientos más importantes dentro de la historia Moderna, la Ilustración significó un cúmulo de ideas autónomas que pretendían transformar la vida misma del hombre, el cual debía empezar por revolucionar su propio pensamiento. Uno de los personajes que impulsó este movimiento fue Voltaire, al cual le estaremos analizando una de sus célebres citas: "Hay verdades que no son para todos los hombres, ni para todos los tiempos". ¡Hora de pensar!
Voltaire (quien en verdad se llamaba Francois-Marie Arouet) fue un hombre muy crítico y definitivamente mordaz, siendo muy expresivo e impertinente con sus mensajes; actitudes que le costaron varias calamidades contra el Gobierno de turno, como expulsión de cargos públicos, reclusión en la Bastilla y destierros. Definitivamente, todo este tipo de comportamientos tenían su trasfondo, pues la visión del mundo que concebía Voltaire era una basada en el pesimismo y la libertad de expresión, factores que lo llevaron siempre a manifestar su idiosincrasia.
No obstante, no estamos aquí para compartir su biografía, sino para entender el porqué de su frase.
De su fórmula de pensar, tras analizar su entorno, Voltaire comprendía que la sociedad está sumida en supersticiones, dogmatismos y cánones religiosos que no le permitían a los hombres ser responsables de su propio devenir, así que expresó en el "Tratado sobre la Tolerancia" la necesidad de una libertad de cultos propicia para reducir el absolutismo ideológico que por esos tiempos poseía la monarquía en conjunto con la iglesia. Por esta razón, Voltaire fue fuertemente crítico con el fanatismo religioso y con aquellas personas que se envolvían directamente en una fantasía hermética para obligar a otros a anexarse a ella. Es aquí donde Voltaire demuestra su férreo pesimismo, enunciando que el hombre es culpable de la miseria humana de los que la padecen, pues el mundo está hecho para destruirnos y los que sobreviven 'entierran' a los demás para permanecer con vida.
Y a partir de esto Voltaire empezará a apelar por su razón para comunicar a sus lectores la importancia de un pensamiento divergente al eclesiástico, dado que era una herramienta suficiente que se acercaba a la libertad y permitía que cada uno estableciera su 'jardín' (modo de vida) dentro de las posibilidades que ofrecía el mundo. Eso sí, siempre propugnó que nadie debía morir a causa de sus ideas y, por eso, era fundamental que existiera una igualdad con la que todas convivieran a pesar de sus diferencias.
Pero, ¿en qué se relaciona esta explicación con la frase? Pues bien, no todas las personas estaban dispuestas a alejarse de su dogma religioso y preferían defenderlo como un pilar inamovible, a tal punto de que podían luchar por él; aspecto que encolerizó más a Voltaire y le demostró que no todos los hombres estaban preparados para ser Ilustrados y optaban por ser ignorantes. Pudiendo aprovechar la nutrida libertad ideológica, su sociedad escogía el encasillamiento posesivo del pensamiento.
Y como en los tiempos de Voltaire, varios de nosotros también somos obstinados en nuestras ideas y repudiamos las concepciones de los demás, queremos que los otros puntos de vista desparezcan (la política lo ejemplifica). Lo único que se logra con esas intenciones es caer en el ojo de la ignorancia y seguir sometidos al control de quien recibimos lo que pensamos, en otras palabras, estancar el conocimiento. Ya han pasado más de 300 años desde que Voltaire nos propuso la libertad y al parecer todavía la rechazamos, ya que el mundo comercial que nos rodea sigue adueñándose del pensamiento de muchos y no se le ve algún punto final a menos que razonemos. Si, según Voltaire, nadie puede morir por sus ideas y todos estamos en capacidad de crearlas, la misión que tenemos a cargo es demostrar que somos los hombres correctos, en el tiempo exacto, para sentirnos ilustrados.

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